El amor por la tipografía es algo difícil de explicar, la obsesión por la letra perfecta y por el modo de distribuir el texto en un entorno, el libro, creando una obra de arte es algo que parece volverse una fijación cada vez más rara, siempre lo fue, en el común de los lectores. Como todo arte racional —con sus irracionalidades y extravagancias, claro— puede aprenderse, o al menos uno puede aspirar a comprender sus rudimentos si se toma el tiempo suficiente y acude a introducciones tan buenas como las de Jan Tschichold —que jamás pasará de moda—,[^1] Daniel Berkeley Updike[^2] o Simon Loxley.[^3]
Viene el desbarre con motivo, descuidad. Hoy me ha sucedido algo poco frecuente, me he encontrado con una tipografía serif de la que me he quedado completamente prendado. Es obra de Kris Sowersby, que fue invitado a desgranar en esta entrada de I Love Typography —el mejor blog de Internet, con diferencia, sobre tipografía— el fascinante proceso de creación de la fuente, desde sus orígenes en bocetos hasta el resultado final. Un proceso al que me parece que se presta muy poca atención fuera de círculos de diseñadores, cuando no debiera de ser en absoluto así.
Newzald me parece una serif muy sobria y correcta sin ser para nada aburrida, tiene personalidad y ofrece una fluidez envidiable para su lectura. Además de la pequeña muestra que os he dejado al pie de este párrafo, podéis ver toda la familia aquí y descargar el espécimen en pdf pinchando en este vínculo.

La fuente tiene un precio decente para sus características, similar al de Minion, por ejemplo. Yo no sé si he sido bueno o malo durante este año, pero escribo esto en la noche de Reyes por si a algún rey mago despistado le da por enviármela. Cada vez estoy más convencido de que la autoedición y la automaquetación merecen el esfuerzo que requieren si uno quiere hacer libros a la vieja usanza en formato digital, sin sacrificar ni extensión ni calidad, y espero poder lanzarme a hacerlo yo mismo en un futuro no muy lejano con algún proyecto que lleva un tiempo durmiendo en un cajón. Veremos.
Por supuesto, también se encuentran en Internet fuentes gratuitas de enorme calidad. Y al redactar esta entrada me he acordado de que quería hablaros del impresionante trabajo de restauración que Sandra Baldassarri, Ignacio Pulido y Francisco Serón —todos ellos, si no me equivoco, de la Universidad de Zaragoza— han realizado con la tipografía Ibarra. Sobre el proyecto, el método empleado y el proceso de elaboración podéis leer un informe aquí. La fuente puede descargarse de manera gratuita en este enlace. Estoy convencido de que a más de un nostálgico le gustará escribir unos párrafos usándola: la sensación de verla fluir en un procesador de textos tiene, para los que hemos leído bastante a través de ella, un cierto toque de nostalgia que no queda mal como cierre del apogeo navideño. Confío en que os valga como invitación original para volver a vuestros cubículos a escribir.
[^1]:
J. Tschichold (2002), El abecé de la buena tipografía. Impresos agradables con una buena tipografía, València: Campgrafic. El original alemán es de 1960.
[^2]:
D. B. Updike (1922), Printing Types. Their History, Forms, and Use. A Study in Survivals, Cambridge, MA: Cambridge University Press. Que podéis leer con toda la calma en Google Books.
[^3]:
S. Loxley (2004), Type: The Secret History of Letters, London — New York: I. B. Tauris. Que recomendaría comprar aunque solo fuera por el placer de ver un libro impecablemente hecho.