En 1971, en la Universidad de Illinois at Urbana-Champaign, un joven de 23 años decidió sentarse frente al teclado de una computadora. Era el 5 de julio y en su mochila había una copia de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos que le habían regalado el día anterior. Fue precisamente el 4 de julio, el primer día que la Universidad le había permitido acceder a un flamante Xerox Sigma V sin restricciones de tiempo. El joven, halagado por el privilegio e intimidado por el desembolso económico de la Institución, ya había tomado la decisión de hacer que su trabajo con la máquina revirtiera en beneficio de la comunidad.
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Dart-Europe es el equivalente europeo al motor de búsqueda de Proquest para tesis doctorales realizadas y defendidas en universidades norteamericanas y canadienses. Ha sido realizada y puesta en funcionamiento bajo los auspicios de LIBER (Ligue des Bibliothèques Européenes de Recherche), que también está implicada en otros proyectos como Europeana, y está administrada por la University College de Londres.
Se trata de una plataforma que hacía tiempo que era necesaria. Aunque todavía no suple la consulta de catálogos bibliográficos y la búsqueda en los ficheros de bibliotecas universitarias, es un primer paso prometedor, y esto ya debería ser motivo de alegría para los investigadores. Pero además, puede encontrarse en su página un amplio repositorio de documentación que informa acerca del funcionamiento, metas y problemas técnicos relacionados con el proyecto.
En principio, el portal se encarga de recoger los metadatos de tesis de doctorado y de máster a través del protocolo OAI-PMH, siempre que sean de libre acceso y que puedan descargarse, leerse y utilizarse libremente. Ya existe un amplio número de Universidades que participan en el proyecto aportando sus bases de datos; la incorporación de nuevas entidades es libre, así que si leéis esto desde una Universidad europea que no aparece en la lista, sería una estupenda idea ponerse en contacto con vuestra biblioteca y animarlos, si es que no lo están haciendo ya, a formar parte de la plataforma.
Para empezar una búsqueda, sólo tenéis que pinchar en la imagen bajo esta línea:

Como siempre, espero que os sea de utilidad.
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La noticia tecnológica del día: Apple acaba de lanzar un nuevo producto denominado iPad. El término ‘producto’ lo utilizo a propósito y pretendo con él explicar por qué la recepción en Internet no ha sido especialmente cálida.
El problema ha sido la falta de un contexto, tanto para tirios como para troyanos. En el caso de los usuarios fieles a la marca, las expectativas habían llegado a un grado de desbordamiento a través de rumores que hacían imposible que ningún objeto real cumpliera con una masa informe de características que no paraba de crecer. Junto a ello, Apple ha ido en contra de una de sus premisas en la creación de productos informáticos de consumo: presenta un objeto para la recepción pasiva de productos culturales cuando la línea de la empresa había consistido tradicionalmente en insistir en una potencial capacidad de creación de una manera rápida y sencilla. Y esto, como es evidente, ha descolocado a muchos. En el caso de quienes nunca han tenido relación con la marca, las reacciones fueron similares a las que hubo con el iPhone: crítica de precios, sumada a crítica de un sistema propietario, etc.; una amplia mayoría de ellos tiene, dos años después, un iPod táctil o el teléfono móvil de la marca.

Sin embargo, lo que puede percibirse como un fallo de la empresa a la hora de satisfacer las necesidades de los usuarios, o de cumplir con sus expectativas, admite una lectura distinta. Apple ha optado por el sentido común y por hacer un ejercicio reflexivo a partir del que reeducar al usuario, movimiento que por su carácter insólito merece al menos una reflexión. El iPad no es una computadora que permita redactar una tesis, componer música, retocar fotografías de manera profesional o editar vídeos en HD; sino que sirve para disfrutar de todo ello. El concepto que hay detrás es quiénes somos y cómo aportamos valor a lo que consumimos, de ahí la posibilidad manejarse y distribuir lo que tenemos en nuestro terminal en todas las redes sociales. El iPad no podía ser la piedra filosofal de la informática de consumo porque ya lo es cualquier ordenador con cierta potencia; había que buscar un espacio distinto para dar significado a todo lo que consumimos. Como tal, va dirigido a los usuarios que necesitan un terminal para moverse por redes sociales, para revisar documentos que lo requieran, para leer libros ya escritos, etc.
En resumen, el iPad no alude al usuario creativo o a aquel que necesita hacer cosas con una computadora, sino que se plantea a ese mismo usuario, o al consumidor pasivo, como ente receptor —de ahí la insistencia en las redes sociales, la redistribución de la aplicación de correo electrónico, etc.— y como crítico y difusor de los mismos. Por tanto, una idea de creación no solo para aquellos con inquietudes, sino para los internautas como comunidad global.
Creo que el iPad será un éxito porque tiende la mano al amplio registro de usuarios que todavía miran con recelo, o usan de una manera vaga e imprecisa, sus ordenadores y su conexión a Internet. Pienso en usuarios que no necesitan la complejidad de un ordenador personal para configurar su cuenta de facebook, que no saben qué es flickr, que no quiere navegar de manera errante por páginas web, sino que requieren puntos de referencia perfectamente situados en Internet —coordenadas que podríamos denominar como mainstream digital—. Lo que Apple ha hecho es parecido a lo que el ZX Spectrum, el Commodore 64 o el Amiga hicieron en la década de los 80 para mi generación: ha pensado en un terminal doméstico que no requiere ningún conocimiento previo para disfrutar plenamente del ocio digital y de los protocolos de interacción social que ofrece Internet.
Gestión de tiempo y de espacio.
Detrás de ello, hay un estudio serio de modelos de mercado y de expansión hacia un enorme conjunto de usuarios potenciales. Pero hay además una consideración importante de uno de los grandes temas del diseño aplicado a la informática: la gestión de los espacios de trabajo y de ocio. Apple ha pensado en cómo distribuimos ambos espacios en la interacción con nuestras computadoras y ha creado un objeto que responde al ocio de una manera más precisa que un portátil o un sobremesa, ha aplicado la división de las dos grandes corrientes de uso de computación dividiéndolas en dos espacios claramente delimitados. Y eso tiene dos claras lecturas: la primera es que aquellos que como yo nos pasamos el día delante de nuestros portátiles y mezclamos ocio con trabajo nos ha ofrecido una delimitación física de los mismos, dando un contexto a un objeto nuevo —aquí las palabras de Jobs no parecen exageradas— que hace todo lo que se puede hacer con un ordenador que no es estrictamente productivo. Esta división permite pensar de una manera mucho más lógica nuestra relación con los ordenadores y materializa una necesaria división conceptual. Apple ha creado, me parece, un espacio necesario.
No es que el iPad permita hacer cosas impensables en otro aparato, sino que ayuda a distribuir los conceptos en distintos tipos de objetos, y eso es enormemente importante para todo tipo de usuarios.
Incorporación de nuevos usuarios y relectura de Internet.
El iPad, tal y como yo lo veo, es justamente lo contrario a una herramienta de trabajo. Es una herramienta de procrastinación, que la alienta y que la evita al convertirlo —a él en vez de a nuestra computadora— en su instrumento. Cumple, a su vez, con todas las premisas y atiende a todo el abanico de ocio en Internet, permitiendo acceder a una amplia masa de población a las redes sociales aunque carezcan de cuenta en ellas. Pienso por ejemplo en la generación que ahora cuenta con 50 años. Su relación con la computación ha sido, en su mayor parte, una relación laboral en la que había que usar el correo electrónico y quizás dos o tres aplicaciones específicas. No navegan por Internet, no leen blogs por suscripción a RSS y no hacen cosas que para el arco de población entre 15 y 35 años son básicas.
Jobs presentó el iPad sentado en un sillón con una mesilla al lado. No es un objeto para las oficinas, nadie pretenderá escribir textos extensos —aunque ciertos complementos lo permitan— en él. Ciertamente se puede usar iWork, nuestra galería de fotos, etc., pero tal y como yo lo veo, para hacer pruebas de concepto, para revisar fuera del escritorio y fuera del despacho algunos trabajos que hemos producido allí, de una manera casual y sin complicaciones de interfaz. Visto así, incluso la imposibilidad de realizar varias tareas simultáneamente parece una ventaja.
La lectura de libros electrónicos.
Una de las aplicaciones que Apple presentó para su nuevo dispositivo fue fue iBooks. Un software de lectura de libros en formato .epub. Y aquí de nuevo se plantea de manera evidente lo que quería decir antes. Apple ha pretendido crear una experiencia estética de lectura. Ha obviado la tinta electrónica —todavía no es su momento— y ha intentado crear la experiencia más agradable y similar a la lectura en papel, no ha reproducido las cualidades físicas del papel, sino la ‘interfaz de la lectura’. Para ello ha saqueado sin piedad dos aplicaciones de cierta fama: Delicious library para la creación de anaqueles virtuales donde almacenar libros y Classics para reproducir el proceso de lectura.
De nuevo, esto ha producido críticas por parte de los potenciales clientes: cómo se leerá un pdf, por qué pantalla con retroiluminación y no tinta electrónica, etc. Y volvemos con ello al concepto que hay detrás del dispositivo: no se trata de que no se pueda leer un pdf, que se puede, sino de que algún desarrollador cree una aplicación que repiense la manera que tenemos de tratar con formatos que no permiten un reescalado como el texto plano. Eso llegará más pronto que tarde. Se trata de que uno pueda acceder a ficción y ensayo de manera directa en su terminal, que pueda leerlos y disfrutar de la lectura como un placer estético, no como un trabajo.
A mí, que me dedico —por horrible que suene— a leer de manera profesional, no me resulta práctico. Y no lo es porque la premisa es que no lo sea, no se ha pensado en el dispositivo para eso y, más importante aún, el iPad no es un lector de libros electrónicos, aunque pueda cumplir con ese cometido.
La AppStore y la creación de ecosistemas para los usuarios.
Una de las cosas realmente atrayentes del iPad es cómo Apple ha creado una interfaz y un conjunto de aplicaciones básicas para los usuarios. La compañía nos ha mostrado cómo ve al usuario medio de Internet y, desde mi punto de vista, la radiografía les ha salido impecable.
Eso no implica que cada usuario pueda hacer del dispositivo lo que quiera mediante aplicaciones de terceros. Por ejemplo, el iPad puede ser una herramienta muy interesante para aquellos que estén preparando una tesis o un libro si se cuenta con el mismo gestor bibliográfico que tiene en su computadora que permita leer bibliografía en pdf y anotarla y marcarla para que luego sea sincronizada y con un editor de textos básico que le permita hacer pequeñas correcciones en otro ámbito que no sea la mesa de trabajo, y con un dispositivo fácilmente transportable, ligero y energéticamente eficiente.
Lo mismo es aplicable a aquellos profesionales de la fotografía que deban revisar una enorme cantidad de fotografías, el dispositivo permite marcar y detectar posibles problemas tanto en el momento de pre como de preproducción, problemas que a veces podrán solucionarse con una aplicación ligera de retoque fotográfico en el dispositivo y a veces requerirán enviarse al centro de trabajo para una revisión posterior.
Como cierre, me parece que lo que hoy ha presentado hoy es una manifestación sincera de nuestros hábitos como usuarios, dándole puerta de entrada a muchos más que todavía desconocen Internet. La forma en la que lo ha hecho me parece interesante y queda por ver cuál será la recepción del dispositivo. Si mi lectura es acertada, Steve Jobs podrá jactarse de haber reinventado la informática de consumo.
El iPad define de una manera precisa qué es un usuario de Internet actual, cuáles son sus necesidades, y cómo interactúa con su medio. En ese sentido, servirá en unos años para comprender cómo veíamos Internet y que tipo de expectativas teníamos —en términos generales— a la hora de valernos de la red como medio comunicativo.
Esta es una breve entrada dedicada a todos los lectores de este blog que tienen un cierto interés, o se dedican profesionalmente, a la ciencia. La Royal Society ha puesto a disposición de todos los internautas la totalidad de su colección, unos 65.000 archivos. El archivo no suele estar accesible en las bases de datos digitales de las bibliotecas universitarias a causa del elevado precio de la suscripción, así que es una buena oportunidad para consultarlo y para hacerse con aquellos documentos que más os interesen.
Para entrar en la página donde encontraréis todo, sólo tenéis que pinchar en la imagen de la vieja maestra de escuela que se encuentra al pie de este párrafo y buscar este enlace, entre otros. Pinchando en cada revista encontraréis todos los números en pdf desde su fundación, casi nada. Sólo hay una pega: llevan disponibles desde el 23 de noviembre del año pasado y el 28 de febrero de este año volverán a ser de acceso restringido.
A finales del año pasado la Royal Society ya nos había sorprendido con una utilísima colección de 60 textos científicos de enorme importancia histórica de los últimos tres siglos y medio. Esta colección, junto con la posibilidad de recorrer una línea temporal que hiciera todo más visual tuvo bastante eco en un abultado número de blogs, en redes sociales y en prensa en Internet.
Tanta alharaca en torno a los 60 textos parece haber borrado el hecho de este otro maravilloso regalo que nos lleva haciendo desde hace casi dos meses la Royal Society y que yo me acabo de encontrar ahora. Espero que para vosotros sea también un hallazgo y os tenga entretenidos —o sufriendo por el estrés— durante meses, días u horas.
Si todavía no tienes el Kindle o no piensas comprarlo y tienes un iPhone, quizás te interese esta noticia. Los chicos de Amazon acaban de lanzar una aplicación para el iPhone que permite acceder y descargar los libros de Kindle. Frente al popular lector de libros electrónicos de Amazon, los libros podrán leerse en una pantalla a color; sin embargo, el software creado para el iPhone no permitirá que el dispositivo lea los textos, probablemente debido a los recientes problemas que Amazon ha tenido con las editoriales por aspectos relacionados con el copyright de los audiobooks.
En fin, habrá que ver cómo se desenvuelve la nueva aplicación. Como sea, es una interesante alternativa a otros programas similares para el dispositivo móvil de Apple como Stanza, el que uso por defecto, o Classics, esa delicia visual de Andrew Jaz y Phill Ryu. La ventaja sobre otras aplicaciones como las mencionadas es que el uso de Kindle for iPhone permite, como en el caso de iPhonebooks, acceder a bibliografía académica y echarle un vistazo antes de comprarla o de ir a consultarla a una biblioteca. De esta manera, el iPhone se va convirtiendo en una herramienta apañada para complementar al ordenador.
De lo que no me cabe duda es de que esta noticia acabará por agitar más todavía los debates dialécticos interminables en Internet acerca de las prestaciones de uno y otro dispositivo, por mucho que a algunos nos parezca mezclar churras con merinas.
La aplicación está disponible de momento en la iTunes Store de Estados Unidos y no he podido encontrarla en la tienda española. A mí no me ha sido complicado hacerme una nueva cuenta para descargarla y probarla.
Yo me he enterado de la noticia por John Gruber en Daring Fireball.
El Corpus Reformatorum es una enorme colección de textos de los principales autores e ideólogos de la Reforma. La empresa editorial de publicar estas obras, que contienen la totalidad de los escritos de Calvino (Johannes Calvinus, 1509–1564), Melanchton (1497–1560) y Zwingli (1484–1531) ocupó ochenta años (1827–1907).
Por supuesto, ninguno de los textos está ya sujeto a derechos de copia, y una amplia cantidad se encuentra disponible en Google Books; y los que aún no lo están, lo estarán pronto. Al ser un testimonio fundamental para el estudio de la Reforma, iré modificando y añadiendo los volúmenes que faltan a medida que Google los cuelgue. De esta manera tendré localizados y etiquetados todos para mi uso y para vuestro disfrute.
Serie I: Philip Melanchthon, Opera Quae Supersunt Omnia — Vol. 1–28

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- cr 1 — 1834
- cr 2 — 1835
- cr 3 — 1837
- cr 4 — 1837
- cr 5 — 1838
- cr 6 — 1839
- cr 7 — 1840
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Serie II: Ioannis Calvini, Opera Quae Supersunt Omnia — Vol. 29–87

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- cr — 29
- cr 30 — 1864
- cr 31 — 1865
- cr 32
- cr 33
- cr 34 — 1867
- cr 35 — 1868
- cr 36 — 1870
- cr — 37
- cr 38 — 1871–1872
- cr 39
- cr 40
- cr 41
- cr 42
- cr 43
- cr 50 — 1880
- cr 51
- cr 52
- cr 53
- cr 54
- cr 55
- cr 56
- cr 57
- cr 58
- cr 59 — 1887
- cr 60 — 1887
- cr 61 — 1887
- cr 62 — 1887
- cr 63 — 1887
- cr 64 — 1888
- cr 65 — 1888
- cr 66 — 1888
- cr 67
- cr 68
- cr 69
- cr 70
- cr 71 — 1890
- cr 72 — 1890
- cr 73 — 1891
- cr 74 — 1891
- cr 75
- cr 76
- cr 77
- cr 78
- cr 79 — 1895
- cr 80 — 1895
- cr 81 — 1895
- cr 82 — 1895
- cr 83 — 1896
- cr 84
- cr 85 — 1897
- cr 86
- cr 87
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Serie III: Huldreich Zwinglis, Sämtliche Werke — Vol. 88–101

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- cr 88
- cr 89; 2 – 1907
- cr 90; 3
- cr 91; 4
- cr 92; 5
- cr 93; 6
- cr 94; 7
- cr 95; 8
- cr 96; 9
- cr 97; 10
- cr 98; 11
- cr 99; 12
- cr 100; 13
- cr 101; 14
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Esperemos que pronto podamos contar con el listado completo de obras, el que aquí se ofrece es una modificación de la realizada por Filosofia & Storia, un magnífico blog lleno de recursos para cualquiera interesado en la historia y en sus fuentes, que a su vez lo toma de la Wikipedia.
Si encontráis algún error en el listado o descubrís que alguno de los volúmenes que falta ya se encuentra disponible, os agradecería que utilizaráis los comentarios para avisarme.