La noticia de la semana en internet ha sido, sin duda, el pago de 125 millones de dólares que Google ha prometido al consorcio de editores norteamericanos. Hace un par de meses ya me había referido al proyecto de Google Books, pero creo pertinente comentar el movimiento a la vista de la importancia que tendrá para nuestra relación con el conocimiento en unos años. No se trata de una materia que ocupe únicamente a los investigadores, sino a cualquiera mínimamente interesado en la lectura.
1. El proyecto histórico
a pesar de las deficiencias de algunas de las reproducciones de Google Books, no cabe duda de que es el proyecto más importante, con diferencia, de traslado de un soporte a otro en la historia de la cultura. Y la diferencia reside tanto en el volumen de la información, como en su paso de un soporte físico a uno virtual. Exponerlo sí es una imprecisión poética: la palabra escrita, desde tiempos de Sócrates, siempre ha sufrido el estigma de la virtualidad, pero también la bendición de ser perdurable.
Existe otra diferencia no menos relevante: la ambición. El traslado de la cultura manuscrita a la cultura impresa forma parte de un proceso histórico aún inacabado, casi 550 años después de su comienzo; y no cabe duda de que en cada traslado se pierden cosas, inevitablemente. La cuestión es que Google se ha propuesto digitalizar todo en el plazo de diez años. Habrá que preguntarse si esta transformación radical de soporte implicará un cambio igualmente para aquellos que escriben o aspiran a escribir libros, y si todos los pasos tradicionales en la creación de un texto se conservarán o desaparecerán.
Está por verse si el cambio de soporte conllevará un cambio en la práctica de la lectura y de la escritura, puesto que todavía estamos en los primeros pasos de un proceso que dista mucho de haberse naturalizado. Y desde luego, la elección de Google para digitalizar sus textos es discutible desde varios puntos de vista. Si acudimos de nuevo al paso de la forma manuscrita a la forma de los tipos móviles y sobre todo a la historia de los primeros impresores, veremos que fue una tarea hecha con enorme mimo, y tal vez el escaneado, el procesado OCR y la creación de archivos pdf no sea la forma más elegante, ni la más eficiente. Leía esta semana una columna que aludía al problema con algunos ejemplos ilustrativos: el formato digital es infinitamente más perecedero que el soporte físico. En cada paso del proceso de traslado se pierde información, y la posibilidad de que se corrompa es infinitamente superior. Cuando a finales del siglo XV se produjo la verdadera confrontación entre la cultura de los escribas y la cultura de los tipos móviles, la gran ventaja de estos últimos era el tiempo ahorrado en la impresión, aunque se perdía el arte manual —el aura en palabras de Benjamin o la dignità del texto, en palabras de Vespasiano da Bisticci, uno de los productores más famosos de manuscritos en la Florencia de la época— la caída del precio del libro y su alcance a un nuevo grupo de compradores se amplió de modo geométrico, al igual que los errores. En aquel momento tener una versión más o menos fidedigna de un texto dependía tanto del testimonio que el copista tuviera ante sí como de su propia pericia y capacidad, con la imprenta, el simple error de un cajista condenaba a tiradas de 500 o de mil ejemplares.
Ahora la cuestión no residirá en problemas de transcripción, sino en problemas de lectura de la máquina (OCR) y en problemas no tanto de almacenamiento y copia de seguridad, como de longevidad de los formatos elegidos para soportar los textos. A simple vista, un pdf de 40, 80 ó 120 megas no parece el soporte del futuro. Hubiera sido preferible, e infinitamente más costoso, recuperar los textos mediante OCR y cotejo con el original, adaptarlos a un formato como el texto puro —LaTeX hubiera sido una magnífica opción y un interesantísimo proyecto de colaboración entre programadores e historiadores de la cultura del libro— y mantener la maquetación original de los mismos. Infinitamente más costoso, sí, pero hubiera generado unos documentos no solo más duraderos, sino menos voluminosos, y con una opción de búsqueda real y precisa al 100%.

2. La empresa y el mercado
vayamos a la noticia tal y como fue publicada en el blog de Google. En ella se puede encontrar una clara vocación comercial que, quizás, no había aparecido en manifestaciones previas del proyecto. Como se sabe, Google empezó su trabajo de digitalización a partir de un acuerdo con Harvard, Stanford, la Biblioteca Pública de Nueva York, Michigan y Oxford. Por aquel entonces se lanzaban las campanas al vuelo pensando que el proyecto significaría la apertura de toda la literatura existente sobre cualquier materia al alcance de un golpe de ratón. Y las cosas parecen haber cambiado de raíz con este acuerdo.
Es cierto, como dijo Kevin Kelly en una columna ya clásica, que el proyecto de Google cumple con un anhelo que se remonta a la fundación de la Biblioteca de Alejandría, y hace incluso palidecer a aquel sueño si tenemos en cuenta el volumen de información y la accesibilidad que prometía… Sencillamente se interpuso la economía de mercado.
Google ha tenido que enfrentarse con una cantidad no despreciable de casas editoriales por su proyecto. Los derechos de autor, como tales, forman parte indisoluble de la cultura impresa, de la reproducción mecánica, y parece que este trasvase, definitivamente, va a tener que cargar con ellos. La impresión que me ha dado tras leer el comunicado de Google es que el proyecto se convertirá definitivamente en algo más parecido a lo que es la tienda de iTunes para la música o la Gettyimages para los archivos de imagen: un nuevo distribuidor global de contenidos. Ya pasaba esto con el servicio de POD —Print on Demand o Impresión bajo demanda— que Google lleva un tiempo implementando. Pero este servicio era útil para sostener el proyecto y era una opción que Google daba a aquellos que querían acceder a una copia impresa de materiales descatalogados, manteniendo siempre la opción gratuita de lectura en pantalla. El acuerdo de Google de esta semana no va, desde luego, en esta dirección. Ahora bien, sería erróneo culpar a Google de esto. La presión de las casas editoriales ha ido dirigida a mantener los derechos de explotación sobre sus fondos y google, como empresa que es, sabe que la única manera de continuar sin trabas con el proyecto y tener una biblioteca realmente exhaustiva, requería pagar los derechos de autor.
Hasta aquí ningún problema, pero lo que también parece derivarse del comunicado de Google es la posibilidad de que las casas editoriales exploten sus fondos a través de Google Books. Habrá que verlo, pero es más que probable que ya no nos encontremos con los enlaces a amazon y a otras plataformas para comprar el libro —que en muchos casos ya no se encuentra ni de segunda mano—, sino que el servicio POD se extienda a las editoriales convirtiendo a google en una segunda intermediaria. El negocio es redondo para ambas, por un parte, Google accede a una cuota de mercado y de ingresos que le estaba vedada, y por otra, las casas editoriales pueden explotar de manera real su catálogo durante el período de vigencia de los derechos de autor, y esto último sin gastar nada en infraestructura para la impresión de libros.

3. La impresión, el mercado y la autoedición
afirmar que con esto ganan las empresas y pierde el lector es equivocado, por supuesto. Los que tenemos formación académica y escribimos consultando numerosas fuentes descatalogadas o de difícil acceso estamos de enhorabuena. Unos más que otros. Puesto que estoy en la Universidad de Michigan este año, veré con suerte cómo se desenvuelve Google Books de manera gratuita, puesto que el acuerdo contempla que los archivos participantes disfruten de este privilegio, mientras que otras universidades podrán suscribirse al servicio como a día de hoy hacen con JSTOR, Ebsco, Chadwick, MetaLib y tantas otras empresas dedicadas a la digitalización de textos académicos. La conclusión es que la cultura, al menos la cultura de los últimos 70 años, nunca será gratis. Y esto puede provocar el resentimiento de un amplio colectivo de intelectuales que consideran que Google se ha aprovechado de las bibliotecas de acceso público para comercializarlas. Algo que se cuestionó cuando se anunció el proyecto y que se sospechaba hace un año y medio, es, a estas alturas, más que evidente. No deja de sorprenderme que se cuestione que Google se comporte como una corporación cuando lo es, lo que me enoja es que la iniciativa de Google ha sido relativamente barata, y se está pagando el hecho de que los gobiernos no se hayan ocupado de esta tarea dejándolo en manos de un grupo privado. Exactamente igual que sucede en España con las empresas de gestión de los derechos de autor.
Pero ya que esta es la naturaleza del proyecto y su formulación y capacidad supera con mucho a otros movimientos como Libreremo, Internet Archive o Europeana —muy distintos los tres, quede claro—, veamos las ventajas. Google Books abre posibilidades interesantes para la autoedición y para la comercialización de libros. Esto no es sólo bueno para potenciar la supervivencia y la creación de pequeñas casas editoriales, sino para favorecer la presencia de autores independientes. Google Books cobra su sentido al relacionarlo con Knol.
Ambos movimientos están haciendo una apuesta por eliminar la mediación de la editoriales al formar una comunidad de expertos que crea, comenta y califica su trabajo. Si se implementan las herramientas necesarias para la indexación de Google Books, es decir, si se etiquetan los textos que contiene y se vinculan unos a otros, entonces será necesario crear a su vez nuevas herramientas de escritura. Componer un libro académico, por ejemplo, en un entorno funcional de Google Book Search, será una experiencia distinta, tanto en el citado y el referenciado, como en la lectura, generando una inmediatez en la lectura y el cotejo de las fuentes citadas sin precedente histórico. Aquí el lector podrá establecer parámetros objetivos de crítica sin más necesidad que el texto, los enlaces a otros textos y un terminal. Son algunos movimientos a los que sumar la plausible creación de herramientas de autoedición que nos harán más independientes de límites editoriales —normas de publicación, límites de caracteres, etc— a cambio de hacernos completamente dependientes de Google. Habrá que ver cómo la empresa gestiona este proceso e, insisto, sería conveniente una intervención a distintos niveles para marcar muy claramente ciertos límites.
Sobre la cuestión de la calidad de los textos, sobre todo en el ámbito de humanidades, no me pararé aquí, puesto que pretendo escribir una entrada en breve dedicada a los nuevos modos de escritura académica y los nuevas posibilidades de calificación de materiales según sus méritos y alcance.
Conclusión
Es preocupante el cariz que va tomando la naturaleza de Google Book Search. En lugar de crear una biblioteca universal de libre acceso, parece que los movimientos conducen a pensar en la comercialización del legado universal. No se trata de un marco agradable, a pesar de las ventajas de un sistema cerrado para la creación de nuevo instrumental científico y compositivo, como he expuesto más arriba. En breve veremos si proyectos públicos como Europeana pueden plantear una alternativa seria a Google.
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Aún si puede resultar fascinante hablar del libro infinito, esto es un blog y necesariamente requiere que las entradas sean mucho menos extensas que la anterior. Si te ha interesado lo que he comentado aquí, quizás disfrutes echándole un vistazo a esta lista de enlaces sobre el tema:
* Google Book Search Bibliography, de Charles W. Bailey Jr. La bibliografía más completa sobre el proyecto.
* New chapter for Google Book Search. Google Blog
* What we learned from 1 million businesses in the cloud. La visión de Google acerca de la computación sobre Internet o cloud computing.
* Google, moteur de recherche ou moteur de navigation?. TechCrunch
* What the Google book scanning deal means. The Amateur Humanist.
* http://sanfordlevy.wordpress.com/2008/09/03/internet-research-and-the-writing-of-philosophy-essays/. Stanford Levy. Sobre la escritura de filosofía —aunque aplicable a cualquier rama de las humanidades— en el nuevo contexto.
* What Shall It Profit A Man?. Sergei Lobanov-Rostovsky en The Kenyon Review o la lectura apocalíptica.
* Great news about Google Book Search. Lisa Gold en su fantástico blog o la lectura optimista.
* Google lawsuits settled. Bejamin Zimmer, en Lenguage Log. Sobre otra de la ventajas: la posibilidad de acceder ahora a los libros descatalogados pero bajo derecho de explotación.
actualizado (6/9/2008): Podéis ver en este enlace algunas de las respuestas que el servicio legal de Google le ha dado a Siva Vaidhyanathan.
Me encantaría conocer tu opinión sobre el anuncio de Google de esta semana, tus comentarios son importantes para mejorar la información aquí recogida.
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